Por Ramsés Ancira
A Sean Penn y Kate del Castillo, por buscar la verdad, en donde quiera que se encuentre.
Cada mes de enero se produce un encuentro sui generis en la Ciudad de México. Y sí, con sui géneris queremos subrayar el calificativo de excepcional, fuera de lo común, aunque en este 2016 ya se ha cumplido el milagro con 28 repeticiones, nos referimos al Encuentro Nacional de los Amantes del Teatro.
El Teatro Jiménez Rueda, en 2016, celebra este año, además, el milagro de su resurrección. Erase que se era que había una vez un Estado, en México, que consideraba que los derechos de los trabajadores incluían una vivienda construida por el Estado, centros deportivos construídos por el Estado y espacios para fomentar el goce del espíritu, como es el teatro, y uno de esos teatros es el Jiménez Rueda.
En esa galaxia muy, muy lejana, tanto como 1985, ocurrió un terremoto que debastó al Estado, que ya para entonces había caído tremendamente enamorado de una dama fatal llamada Privatización, cuyo padre, el señor Neoliberalismo consideraba que si los hijos de esa pareja querían ir a nadar o al teatro, que lo hicieran en clubes privados o en recintos construidos por el señor don Capital, porque esas diversiones le salían muy caras al joven Estado, que además podía ponerse obeso con tantos privilegios.
El terremoto, además, dañó hasta la médula las estructuras del edificio del Instituto de Seguridad Social para los Trabajadores del Estado en el número 154 de la avenida de la República, que desemboca, y no es metáfora, en el Monumento a la Revolución.
Con el paso de los años toda la infraestructura de ese inmueble al servicio de los trabajadores del Estado se movió, pero no así el Jiménez Rueda. Su sentencia de muerte llegó 30 años después del terremoto, en el 2015.
Pero un grupo de rebeldes se opuso al designio del imperio de la sin razón y la privatización. La Compañía Nacional de Teatro, una intitución del viejo Estado, armada con la fuerza de la cultura se enfrentó al lado oscuro y apoyándose en la gente que durante décadas ha podido acudir al encuentro con la musa de las artes escénicas, formó un poderoso aunque pequeño ejército.
Quien sabe que hicieron para vencer los riesgos de que el Jiménez Rueda cayera sobre sus propios defensores, el caso es que está en pie y de viernes a lunes, en las tres últimas semanas de enero de 2016, recibe a miles de personas y de actores, la mayoría no profesionales, para presentar no una, dos o tres obras, sino 54 dramas, comedias, farsas, tragedias y piezas de estructuras varias que incluyen la danza/teatro.
Isabel Quintanar, Presidente del Centro Mexicano del Teatro, que apoya la UNESCO, apoyada por un comité de personas, la mayoría de edades avanzadas, abren un espacio a casi todos los jóvenes del país que desean presentar su trabajo.
Hay sí, un comité de selección, pues es necesario dar un orden a la programación, pero es un comité extraodinariamente generoso que acepta a cuanta producción es posible, dando espacios a companías de Reynosa, Tamaulipas; Santiago de Querétaro;Puerto Vallarta Jalisco, la Ciudad de Aguascalientes; Cajeme, Sonora; Texcoco y Teoloyucan, en el Estado de México; Cuernavaca, Morelos; San Miguel de Allende, Guanajuato y Veracruz, Veracruz, sólo por mencionar ocho estados representativos, además de diversas delegaciones de la Ciudad de México.
La pluralidad de obras incluye investigaciones históricas: 200 años cabalgando (viernes 29 de enero 18:30) Chema y la Historia -de Morelitos y Morelianas- (domingo 31 de enero 13:00) y clásicos del teatro mexicano: El Extensionista (viernes 22 de enero 18: 30) Nosotros Somos Dios (Viernes 15 de enero 18:30 horas)
Hay obras que recientemente han sido éxitos de taquilla en el teatro comercial y que de ninguna otra manera podrían ser conocidas por el público mexicano, que con trabajo puede pagar la renta y comprar la comida, pero no darse el lujo del teatro. Es el caso de la comedia Toc Toc (sábado 30 de enero 16 horas) Las dos Fridas (Lunes 11 de enero 17:00) o El Ornitorrinco (domingo 24 de enero 18:00)
Ante la dificultad de dar todo el programa, mencionemos al menos dos clásicos internacionales Pedro y el Capitán, de Mario Benedetti (lunes 25 de enero 18:30) y Bodas de Sangre de Federico García Lorca.
Para celebrar el final del Encuentro Nacional de los Amantes del Teatro se develará una placa por el 50 Aniversario del Jiménez Rueda, un aniversario que sí se pudo alcanzar gracias a la movilización social de los trabajadores de la cultura en México, esos, tan peligrosos, que el gobierno de Macri en Argentina ha considerado necesario desmovilizar antes de que se pongan a investigar cosas como la presunta contratación de trabajadores bolivianos en las empresas de su esposa, para evadir prestaciones sociales obligatorias en el Estado.
La cultura, que le vamos a hacer, si tiene geometría política en América Latina, e invariablemente está a la izquierda.
Otros aniversarios en México no pudieron celebrarse, como fue el caso del siglo de Mexicana de Aviación. No se pudieron celebrar porque el gobierno de Enrique Peña Nieto estaba más preocupado en favorecer el rescate de la empresa española OHL, que no tiene un número significativo de trabajadores en el Seguro Social, que en pagar las pensiones de jubilación de la gente que dio su vida a la compañía emblema de la aviación en México.
Pero si la batalla contra la desaparición de Estado Mexicano parece perdida en las comunicaciones, no lo está en la Cultura y si se gana esta, pódrán ganarse otras. El Encuentro Nacional de los Amantes del Teatro está aquí para continuar la revolución de las conciencias y lo hace también con una obra anti imperialista y anti bélica, Hair, de James Rado y Gerome Ragni, dejando que el sol entre a la cámara oscura que será común a las 54 representaciones en el sobreviviente Jiménez Rueda.
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