sábado, 15 de junio de 2013

La Tragedia de Julio César

The tragedy of Julius Cesar es seguramente una de las obras menos conocidas de William Shakespeare en el mundo hispano. Hay varias razones para ello, una es que  personaliza en gente concreta y universalmente conocida;  a diferencia de obras con protagonistas ficticios como Hamlet que, es el vehículo para hablar de un tema universal, como la venganza; Otelo, que lo es para tratar de los celos; o Próspero, de  La Tempestad, sobre la magnanimidad del perdón.

La ambición por el poder, la ética política y los abusos de la autoridad son los temas sobre los que Shakespeare reflexiona en La Tragedia de Julio César, como lo hizo también en Enrique V;  pero al ser el primero un personaje más universal, es  probable que la gente se interese más por sus hazañas bélicas y su relación con Cleopatra  que por su muerte, relacionada con la frase Tu También hijo mio, Brutus, que por cierto no aparece esta versión de la obra.


Estos antecedentes son   para reconocer el esfuerzo que significa montar La Tragedia de Julio César en el Teatro Julio Castillo. obra que con todo e intermedio tiene una duración de casi tres horas y que provoca que una cantidad notable de público, sobre todo el más joven, deserte en el primer acto, ansioso por ir a fumar un cigarro o ya con síndrome de abstinencia por no chacotear en sus teléfonos celulares.

La Tragedia de Julio César es pues una obra para los amantes del teatro y no para jóvenes que aspiran a cumplir con una tarea que les imponen los maestros, (tragedia real que padecemos los espectadores de verdad que acudimos a disfrutar de las excelentes y económicas puestas en escena que nos brinda el Centro Cultural del Bosque.    
     
O no apagan los celulares como lo marca la norma mínima de civilidad, o comen frituras mal olientes o cuchichean. Quizá esto era tolerable en el teatro isabelino hace cinco siglos, pero nos cuesta trabajo ahora)

En 500 años hay cosas que no han cambiado, los juegos de palabras a los que acude Shakespeare para atraer la atención del vulgo que trata de adivinar el oficio de zapatero, siguen sirviendo para que la gente acabe de llegar y se apreste a concentrarse en lo importante: los prolegómenos de un asesinato.

Pero no es lo único que no tiene diferencias en casi medio milenio y geográficas, entre la bota del mapa  romano y el cuerno de la abundancia de la República Mexicana. Con poco esfuerzo de imaginación podríamos ver a Raúl Salinas y a un grupo de legisladores priistas y  funcionarios gubernamentales  planeando el  crimen de Colosio, por los mismos "¡patrióticos!" motivos con los que los senadores planean el de Julio César.

De la misma manera, los infiltrados en la sociedad civil que intentan evitar que la plebe haga demasiados homenajes a las estatuas de Julio César, son extremadamente parecidos a los halcones que se infiltraron en las marchas de 1968, 1971 y el 1 de diciembre de 2012 y el 10 de junio de 2013.

Por supuesto no llega tan lejos la adaptación de Alfredo Michel, aunque los actores estén ataviados con trajes y corbatas y, sin embargo...tal vez si es esa su intención cuando nos muestra a los personajes con togas superpuestas a sus atuendos tradicionales del segundo milenio. Entonces se justifica lo que a primera vista es chocante: trajes militares de gala y sacos de vestir con atuendos de cien años antes  de Cristo, en una obra estrenada en 1599 y montada en el Teatro Julio Castillo en 40 representaciones entre el 30 de mayo y el 28 de julio de 2013.

El primer acto, con duración aproximada de una hora 40 minutos, es denso y quizá una de las razones es que ya todos sabemos lo que va a pasar; en cambio el segundo es mucho más ágil no solo por su menor duración sino porque se desarrolla en el campo de batalla y narra lo que históricamente conocemos mucho menos, la suerte de los conjurados.

Es muy grato que la hija del legendario Roberto Cantoral, Itati, se esfuerce por lucir en un papel del teatro clásico y no se conforme con el supuesto destino manifiesto de roles insulsos de telenovelas.

Impacta la dicción y proyección de la voz de Humberto Solórzano en el papel de Cayo Casio. No solo tiene una talento innato sino que se demuestra mucha escuela y práctica escenica,

Eugenio Cobo y Hernán Mendoza, Julio César y Marco Bruto respectivamente con todo el vigor y carisma que requieren los protagonistas de Shakespeare.

Arturo Reyes, quien interpreta a Casca y al Zapatero, realmente logra transmitir la repulsión que causan los traidores. Es el villano más despreciable de la obra, pues Alejandro Velis, Cinia, hasta risas arranca.

Mauricio García Lozano, Marco Antonio, tarda en la trama de Shakespeare en convertirse en protagónico, pero cuando al fin lo hace, nos permite un descanso para volvernos a meter en el argumento.

También se agradece la figura de Aurora Gil, Calpurnia, único reposo estético de la vista ante tantos cuerpos poco agradables , aunque pertenezcan a grandes actores

Al final de la obra y mientas los actores agradecen los aplausos descansamos con sus bailes graciosos. Pero no se piense que es una invención de la aún prometedora directora Claudia Ríos, ya la Wikipedia nos informa de la puesta en escena de 1599 Un viajero suizo en Londres, Thomas Platter, registró el haber visto una representación de la obra Julio César, el 21 de septiembre - quizás la que fuera la producción original de Shakespeare. También describió a los actores brincando y bailando al final de la obra, una convención del teatro isabelino.

Con La Tragedia de Julio César, Shakespeare advertía de lo que podría pasar en Inglaterra con una reina que moría estéril y sin dejar heredero. El problema era suficientemente serio, pero con el festejo final de los actores hay un acto de relajamiento. Nos despedimos del teatro  Julio Castillo con una sonrisa y quedan atrás por un momento las reflexiones sobre las  razones verdaderas por las que se cometieron los magnicidios de Colosio o Julio César. Por el momento relax, que al fin y al cabo, en varios sentidos, lo que acabamos de presenciar es ¡puro teatro!








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