Una obra clásica, una puesta en escena llena de colores pastel, una comedia con enredos sexuales que pueden parecer impensables para la época de Carlos V.
Roma es el escenario, una ciudad que decir del autor, en esa época tenía más mujeres cortesanas que hombres con sotanas.
No te quieras tanto a ti
que a ninguna mujer quieras
pues que gozarte no esperas
si alguien no goza de tí
Así reza uno de los primeros parlamentos de El Arrogante Español obra encontrada apenas por la sexta década del Siglo XX y de la que incluso se puso en duda que fuera de Lópe de Vega, a no ser porque un periódico de la época confirmó su primera presentación en los últimos años del Siglo XVI.
Eso puede hacer aún más sorprendente que parte de la obra tenga sustento en las relaciones que para el siglo XX habrían de conocerse con el el vocablo "swinger".
Como lo está usted leyendo, el intercambio de parejas es parte de esta obra y si nadie sale escandalizado será gracias a la gracia de la métrica y los versos.
Arturo Beristain, Oscar Narvaez y Felio Eliel son los primeros actores de la Compañía Nacional de teatro que dan vida a Luzman, Filiberto y Patricio, mientras que las damas jóvenes, guapas y talentosas todas ellas son Analigia García, Ana Isabel Esqueira y Abril Mayett, rubias, morenas y trigueñas que interpretan a mujeres romanas, francesas o napolitanas, todas ellas con gracia, soltura y eficacia.
El público no puede dejar de sorprenderse de la memoria para aprenderse tan grandes textos, aunque la rima lo facilite. No es para menos. Es la Compañía Nacional de Teatro y todo su elenco y sus directores son la viva imagen de la excelencia.
El Teatro Jiménez Rueda es un digno escenario, pero la ciudad de México todavía tiene un enorme pendiente, un Teatro Nacional a la medida de una de las mejores compañías del mundo.
...que es en el hombre el dinero
veneno que trae consigo
y del más perfeto amigo
hace enemigo más fiero
contada de otra manera y el público que asista a alguna de las pocas funciones deberá quedar complacido. Es menester aprovechar porque en estos tiempos, como bien dice Luis de Tavira, pareciera que ya no hay teatros, sino hoteles de paso en los que no hay grandes temporadas sino escasos fines de semana para ponerse al corriente en obras clásicas y conocer unas cuantas de las contemporáneas.
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