¿Y si mejor nos vamos?
Diario de un Reportero
Ramsés Ancira
La Reforma Energética ha hecho que en una amplia banda de la
clase media ilustrada nos preguntemos ¿y si mejor nos vamos? Este no es, sin
duda, el país que aprendimos a querer, no se dirige en absoluto al concepto de
Sentimientos de la Nación que plasmó Morelos, es exactamente el modelo
contrario por el que lucharon los héroes de la Independencia, nos devuelve a
través de las tarjetas de crédito y los altos costos de la luz y la energía, a
las tiendas de raya, que fueron una de las principales razones de la Revolución
y la Guerra de Castas en Yucatán.
Hemos llegado al peor modelo democrático, en el que unos
cuantos, que por sus dietas como legisladores se encuentran automáticamente en
el decil más alto de la población económicamente activa, deciden por los nueve
deciles restantes, entre los que se incluye un 55 por ciento de la población
que ha padecido periodos frecuentes de hambre.
Aún entre los perros hay clases y esos legisladores que
ahora votaron por la contrarreforma energética quieren permanecer ahí, en la cúpula
de ese decil (como clasifica la economía del Siglo XXI a los sectores sociales
que antes se llamaban mestizos, peninsulares, saltapatras, zambos o mulatos)
La estrategia del PRD, que inventó el Pacto para no quedar
excluido en los mayoriteos que han caracterizado al Partido Institucional desde
la presidencia de Obregón, falló a la mera hora de la verdad.
Andrés Manuel López Obrador, a quien no dejamos de admirar
por su persistencia y congruencia es en parte responsable de la debacle que
ahora vivimos. En política toda imposición trae consecuencias. Las últimas
elecciones en el Estado de México fueron la última oportunidad de las
candidaturas ciudadanas, que apoyaban todos los sectores sociales no
partidizados. AMLO se empeñó en que el candidato fuera Alejandro Encinas, quien
no era residente de esa entidad y lo sabía. El PRI ni siquiera tuvo que emplear
su maquinaria a fondo, desde el principio era mejor candidato para ellos el
hijo de un microbusero; y con el presidente del PRI local, Luis Videgaray, como
futuro administrador de las arcas nacionales el círculo cerraba perfecto.
La visión o la información de Andrés Manuel eran correctas,
si el PRI recuperaba el poder iban a vender lo que quedara. Ya no interesaba,
como en los tiempos de Miguel Alemán, favorecer a un pequeño grupo de 300 para
que se hicieran de los negocios más prometedores, como el fraccionamiento de
Satélite y Acapulco, o de las señales de
televisión; se trataba de obtener dinero a cualquier costo y no para ser
equitativamente repartido, sino para concentrarlo en los corporativos de
siempre, y no necesariamente mexicanos.
El problema es que nos han colocado en una situación de
indefensión que ahora, si lograra triunfar un movimiento ciudadano, o uno jurídico, para que la Constitución no
altere sus principios fundamentales, va a poner en mayores riesgos a la Nación.
Así ocurrió después de que se le entregó el poder a
Maximiliano. Los liberales lograron deponerlo, pero a costa de que 20 años
después se perdiera la mitad del territorio en favor de Estados Unidos. Se hizo
la Revolución, se fue Porfirio Díaz y entonces las petroleras le pagaron
a Huerta para un nuevo golpe de Estado.
La consecuencia lógica de la entrega de la riqueza nacional
(somos el único país del mundo en el que los ferrocarriles nacionales van
repletos de piedras, que sólo después de cruzar las fronteras entran a los
beneficios para extraerles el oro y la
plata) es una división de los mexicanos; el problema es que cada vez que
los mexicanos nos dividimos, facilitamos aún más la ganancia extranjera. Ahora
sí, cuando le cerremos la llave del gas y del petróleo a las petroleras,
mandarán a mercenarios a hacernos la guerra, porque ya los legisladores les
dieron las leyes para que consideren lo nuestro, suyo
En Kuwait, durante la guerra con Iraq, el funcionario de una
de las petroleras más grandes del mundo
dijo que se destinarían muchos miles de dólares para rehabilitar los
pozos incendiados. Un funcionario kuwaití le respondió que no sería necesario,
porque afortunadamente ningún pozo se había quemado.
- Eso no es problema, ahorita lo hacemos estallar y luego,
luego pedimos al gobierno de Estados Unidos que nos dé para la reconstrucción
Y así mismo va a ocurrir en México porque la soberanía ya no
se trata de un asunto entre países, sino de los países contra las corporaciones
transnacionales a los que México pretende entregarle toda su sangre.
(...)
El domingo 15 de enero acudí al Centro Nacional de las Artes
a presenciar el último concierto de la Orquesta Escuela Carlos Chávez.
Jóvenes con un promedio de edad menor a 25 años ejecutaron
con maestría los fragmentos más conocidos de El Cascanueces; El Danubio Azul y
el Vals Emperador. El público que llenó la sala aplaudió de pie. La entrada fue
libre.
Un día antes, en el Teatro Orientación, una actriz de 83
años, Mercedes Pascual, nos había conmovido hasta las lágrimas con la obra
Conversaciones, misma pieza que en España representan dos estelares de Cuéntame
como Pasó María Galiana y Juan Echanove.
Allá, del otro lado del océano también fue producida por
Bellas Artes de España, con un costo por boleto de 16 y 20 euros, es decir
entre 300 y 500 pesos mexicanos. Aquí, con credencial de amigos del teatro, el
costo era de 45 pesos, esto es, menos de tres euros.
Muchas y buenas razones tenemos muchos mexicanos para irnos
de este país en que nuestros gobernantes y legisladores ya no nos representan;
pero aun así nos queda una idoisincracia y una sensibilidad para la cultura que
no está sujeta a los legisladores corruptos.
No me imagino a Emilio Gamboa Patrón presentándose en
público en un lugar como este, sin recibir un abucheo gigantesco y el repudio
de público y actores.
Sí podrá este tipo de legisladores disfrutar del dinero de
sus sobornos, en reservados de los más caros hoteles y restaurantes, pero no
podrán robarnos el aire, ni la sensibilidad para apreciar el México que nos
honra y conviene, no nos quitarán a Javier Sicilia; a El Grito más Fuerte, ni
la memoria de sus votaciones escondidas, como ocurre en los tiempos de los
ladrones.
Sí. A lo mejor nos vamos, pero todavía no. Quedémonos otro
rato aunque solo sea para mirarles y demostrarles que ni el costo de la energía
bajó, ni cesaron los gasolinazos y que ningún tesoro, ni el aprecio eterno de
sus domadores de bancada, podrá compensarles del infinito asco de nuestro
desprecio.
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