domingo, 15 de junio de 2014

Ese recuerdo ya nadie te lo puede quitar

 Por Ramsés Ancira

Cada vez que veo una representación como Ese Recuerdo ya Nadie te lo puede Quitar se me confirma la idea de que la diferencia entre el cine y el teatro es que el primero es para contar historias y el segundo para transmitir emociones, esto último es más difícil porque el público no siempre está dispuesto a abrirse a ellas.

Este es el caso de esta propuesta que se presenta contra viento y marea en el  Teatro el Milagro de la calle de Milán.
 
Un teatro que ya ha tardado demasiado en construcción, tanto que  ya hay otro foro a media cuadra, el Teatro Milán que en unos meses ha logrado atraer público, montar un clásico moderno como es Godspell y lograr que regrese el público a una zona que durante más de 30 años, después del terremoto, había dejado atrás el proyecto urbano que convirtió a ese espacio, detrás del Paseo de la Reforma, en una especie de "Off Broadway" para el teatro experimental, no convencional y frecuentemente poco o nada comercial.
 

 
Hay tantas ganas de hacer teatro que se presenta en un espacio que parece tener vergüenza de presentarse como tal, donde ni siquiera se pueden prender las letras rojas, más propias de un burdel de pueblo, que deberían anunciar que ahí se encuentra El Milagro. No se pueden prender porque el neón está quemándose y David Olguín y Daniel Giménez Cacho han estado tan ocupados en otras cosas que han descuidado el lugar.

Hay tantas ganas de hacer teatro, que se presenta en un lugar donde mientras esperas tienes que sufrir el acoso de los mosquitos y en un horario totalmente inusual para los domingos, a las 9:30 de la noche.
Así que el público que vio la función a la que acudimos es parte de la misma comunidad teatral, gente joven y de mente abierta, con ganas de premiar el esfuerzo de sus colegas.
 
De entrada una advertencia: no hay un escenario propiamente dicho, es como entrar a la casa sucia y descuidada de una persona fodonga, como se le llama en la propia obra, y sentarse en el piso o quedarse de pie al mismo nivel de Diana Magallón, Mari Carmen Ruiz y Gabriela Ambriz.
 
Complementan el reparto dos jóvenes bien parecidos José Rafael Flores y Héctor Hugo de la Peña, todos ellos representan a actores y actrices que ensayan una obra con textos de Los Hermanos de  Chejov.
 
Como los personajes de La Bohemia y como puede ser en sus propias vidas reales, viven una vida en la que no sobra el dinero pero tampoco falta el vino y las cervezas, aunque la comida pueda limitarse a unos emparedados de pan de caja y a una bolsa de palomitas a repartir entre cinco.
 
Homosexualidad, obesidad mórbida, maternidad en soltería, insatisfacción con la estatura o mediocridad son parte de la vida de esta gente que sólo en la búsqueda del arte puede encontrar algún sentido superior para sus vidas. Puede, pero como sucede en todo proceso creativo, cuando las necesidades materiales no están satisfechas, esa búsqueda del humor a fuerzas, de las ganas de crear, del espíritu de acuerparse para un fin común quedan aplastadas por el peso de la realidad, tan voluminoso como el de la compañera que al fin de cuentas podría ser la mejor actriz del grupo, pero no podrá demostrarlo porque difícilmente podrá encontrar muchos papeles que se lo permitan.
 
¿Es una obra de teatro o un happening? ¿Una astracanada o un performance? Es simplemente una catarsis de cinco personas, abierta al público que puede pagar su boleto o que acepta la invitación de sus amigos actores.
 
El Recuerdo ya Nadie te lo Puede Quitar se presentará los domingos de junio en el Teatro El Milagro de la Calle de Milán, a las 21:30 horas. El poco público que cabe en la sala a veces no paga ni el costo de las cervezas en esta escenografía y utilería hiperrealista. Ojalá que la producción se convenza que agregar unas sillas no le va a quitar hiperrealismo a su propuesta y el publico pasará la hora de representación con un poco más de comodidad. La compañía Vaca 35 de Teatro en Grupo, dirigida en esta ocasión por Damián Cervantes no está perdiendo el tiempo, está adquiriendo experiencia para proyectos más grandes y lucrativos.
 
Se notan sus ganas de hacer teatro. No hay peor cosa que no hacer nada. Avanzan mientras tanto. Cuando quieran hacer, además, dinero, será fácil, solo tienen que hacer comedia, ya bastante drama tenemos en este país con legisladores trabajando para subir el combustible cada mes, hasta que ya estemos tan hartos que demos las gracias por la invasión de marcas extranjeras.
 
Puede ser que el ver el drama de otros nos ayude también a comprender que el nuestro tal vez no será tan grande.
 
Este Recuerdo ya nadie te lo puede quitar no contiene desnudos o lenguaje soez, pero sí un poco de violencia. No es entonces para todo público, si para espectadores de mentalidad abierta. Garantizamos sin embargo que la obra cumple con su título. Los espectadores van a conservar un recuerdo que ya nadie les podrá quitar. Si es un recuerdo bueno o malo dependerá de que tanto se tiene un concepto del teatro puro y del poder deslindarse emocionalmente al saber que es puro teatro.

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